Una bolsa negra surca el cielo,
quiere ser barrilete.
En su otro extremo una mano sensible,
ingenua,
cree que el azul no tiene dueño.
Pies descalzos intentan dejar huellas
en la tierra anegadiza,
corriendo en mil direcciones
buscando suelo firme para construir el futuro
sobre el pasado mezclado de lucha y barro
sobre un pasado que oculta las raíces de los arboles pampeanos
Esa mano llena de ternura se vuelve lucha
y curtida al frío del invierno y al sol del verano
levanta indómitas guaridas
que al calor de una olla
calienta las noches imposibles.
Una bandera argentina flamea en lo alto
quiere estar, formar parte.
Una bandera de la wiphala la acompaña
y sudan juntas, las lágrimas de los pueblos
que fueron desterrados.
Juntas se enfrentan. Palos altos y blancos enfrentados,
solos y puntiagudos en el medio de la llanura.
La batalla lejana tiene una pequeña victoria,
se consigue una tregua.
Aparecen sonrisas en medio de tanta angustia
La fuerza de la comunidad
brota por cada pedazo de suelo
y florece
A lo lejos, se escucha un silbido en el viento
alguien dice que parece un sapucay
festejando en un grito ahogado ,
un grito invisible
la huella en la tierra.